Con un
jugador menos, un penal a favor dilapidado y otro en contra,
Independiente dio vuelta la serie en un partido increíble. Explota el
corazón Rojo…
Fue una de esas noches de las que tanto nos hablaron desde chicos. Porque
la parada era brava, ante Atlético Tucumán (adversario que nos había
ganado los últimos cuatro partidos). Había que darlo vuelta. Todo empezó
bárbaro con esa jugada de Benítez en la que todos pedían centro pero
enganchó, eludió a un defensa y cedió para el golazo a lo “Premier
League” de Fernández.
Pero
en el complemento, los vaivenes emocionales fueron impensados. Un
partido con tintes épicos. Tagliafico fue expulsado por doble
amonestación y la cuestión se complicó. Con diez hombres, Holan
leyó lo que nadie: dejó a Benítez en cancha (tenía una distensión en la
previa), rearmó la defensa y el mediocampo. Acertó en todo. A
pesar de que luego la mayor parte del tiempo el balón fue de Atlético,
de contragolpe el Rojo lastimó por el tremendo despliegue de todo el
equipo. Fue a Bustos a quién le cometieron el penal. Y Fernández quién
lo falló. No sólo en la ejecución sino en el rebote. Para peor, el
árbitro (de pésima actuación) cobró otro penal, a favor de la visita,
cuando la pelota rebotó en el brazo de un jugador rival. Allí, Campaña se convirtió en héroe. En
ese momento, con las pulsaciones a mil, el Diablo lo fue a buscar. Con
uno menos pero como en las historias lejanas de las décadas del 70 y
80. Martín Benítez, el tan castigado Martín Benítez, por momentos
rengo, lesionado, sacudió la red con un bombazo desde la medialuna del
área. Los minutos de partidos que quedaron fueron puro aguante.
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