Independiente no jugó como lo venía haciendo y el rival tampoco. Con
actuaciones que sorprendieron a raíz de su bajo nivel. Empezando por el
mediocampo, en donde salvo minutos del segundo tiempo, nunca hizo pie. Ni
Erviti, ni Rigoni, ni Benítez generaron fútbol. El “Torito” no pudo cortar el
empuje del local. El único revolucionario fue el pibe Barco, a quién le
aplicaron un foul tras otro y el referí no penó como debía (descalificadora
patada de Barrios que puede jugar solamente en Boca porque tiene licencia para
matar). En relación con esto, impresentable lo de Rapallini. La presión de
los medios para cobrar un penal surtió efecto, además que dejó pegar demás a
los futbolistas locales.
El resto de los futbolistas Rojos carecieron de físico para encarar
un partido de tal magnitud. Lentos, cansados, perdieron las divididas
constantemente y en momentos del encuentro parecían molestos y con dolencias. Inclusive
los defensores (hasta la fecha éramos el equipo con menos goles en contra) estuvieron
perdidos. Miño y Bustos fueron desbordados en muchas ocasiones. Franco estuvo
fuera de timing. Hasta se lo vio a Tagliafico desorganizado por momentos.
¿Hubo alguna responsabilidad de Holan? ¿Debió haber incluido a
Nery Domínguez de entrada y haber guardado a Erviti que volvió de Lima lesionado?
Lo
que le faltó a Independiente hoy fue equilibrio.
Ahora deberemos ganar el pendiente para quedar en zona de
clasificación a la Libertadores. A cuatro partidos del final, será el objetivo,
que nunca debió haberse ido de foco. Ganar lo que queda para entrar en la copa
que más queremos. Para otros objetivos, por ahora, no nos da la talla.
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