Lleva algo más de dos meses en su nuevo cargo Claudio Tapia, menos de
los cien días de gracia que normalmente se le conceden a cualquier
presidente.
Sin embargo, las señales que emanan de la calle Viamonte parecen
indicar, mucho antes de cumplirse ese plazo, que esta nueva AFA conserva
unas cuantas prácticas viciadas que hicieron tristemente célebre a la
anterior. El muestrario de maniobras descriptas, que bordean los límites
de la legitimidad -ya que la legalidad se arregla puertas adentro- a
nadie le llama ya la atención. Es la AFA en estado puro: dirigentes que,
presionados o no por sus hinchas, dejan en segundo plano la salud del
fútbol para imponer sus intereses partidarios; algunos con más fortuna
que otros dada su proximidad al poder. "Lo tengo bien en claro desde que
asumí: tengo que conducir para todos", dijo Tapia el 4 de abril pasado
en la nacion. El plan no le está funcionando.
Diario La Nación
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