Profundidad. Es lo que faltó al Rojo para quebrar la ecuación del
Tiburón. El local plantó dos líneas de cuatro y murió con la suya:
reventando cuanto balón aparezca cerca de su área. El equipo de Holan no lo
supo resolver. No lo entendieron los medios ofensivos, que igualmente
intentaron con gambetas y centros. Faltó el remate de media distancia. Sólo
Nery Domínguez probó en el complemento en una situación que salió cerca de los
tres postes.
Barco, Benítez y Rigoni no tuvieron la presencia ni armaron
las sociedades de los anteriores partidos, monopolizaron la pelota pero no
pudieron crear mucho peligro. Esto sumado a Gigliotti, quien estuvo encerrado
entre los defensores. Los sustitutos (Albertengo y Erviti) tampoco pudieron
marcar la diferencia. Impresentable lo de Pitana, fue
permisivo en varias jugadas que ameritaban amonestación y debió expulsar a Yeri.
Si bien el conjunto de Perazzo casi no avanzó, lo de la defensa fue
impecable de nuevo, casi justificando los dichos de Holan en la semana
acerca de que posee los más rápidos del fútbol argentino. Bustos, Tagliafico y
Franco tuvieron el tiempo y la paciencia necesaria para espantar los pocos
ataques.
Independiente debe seguir por esta senda. Sin enceguecernos
por un par de victorias porque precisamente aún no ganamos nada. De a poco y
fecha tras fecha. No perdiendo de vista los verdaderos objetivos del semestre:
clasificar a la Libertadores y pasar de ronda en la Sudamericana. Ojalá haya
sido sólo una parada técnica en Mardel para ir con todo hacia Lima…
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