Sangre Roja

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Alberto Eirin, Fabio Candelabro, Daniel Martinez y Litto Giovetti

martes, 9 de octubre de 2018

Ariel Holan: el hombre que nació para mandar - Por Eduardo Verona

No son tiempos de paz y amor para el entrenador de Independiente, Ariel Holan. Las críticas que recibe por adentro y por afuera del club no son episodios ocasionales. Sus rispideces con el plantel. Las dudas. El modelo verticalista. La remake no lograda del Pato Pastoriza. 
Está atravesando Ariel Holan tiempos no deseados. Su figura bien diseñada hoy no recibe de la comunidad de Independiente las muestras de afecto y reconocimiento que él siempre espera para satisfacer su ego que de ninguna manera es menor. Por el contrario; es muy criticado por dentro y por afuera del club.
Criticado en la trastienda por un sector de la dirigencia que lo responsabiliza por las pésimas incorporaciones que recomendó al club en los dos últimos libros de pases ocasionando una erogación de 18 millones de dólares y criticado off the record también por un grupo de jugadores que obtuvieron la Copa Sudamericana en diciembre de 2017 y que sienten que Holan los saca y los pone en el equipo sin razones de peso que sustenten esa decisión.
¿A qué obedece este cambio de humor social respecto a lo que generaba el entrenador hace un par de meses? La razón no se enfoca de manera excluyente en los discretos resultados que cosechó el equipo en el 2018 y en su eliminación reciente en la Copa Libertadores cuando la semana pasada cayó con River en el Monumental.
Esta mirada o lectura no indulgente hacia Holan, en realidad, se venía ocultando en el marco de los distintos compromisos internacionales que tenía el equipo por delante. La conquista de la Suruga Bank el 8 de agosto ante el Cerezo Osaka, fue apenas un bálsamo en medio de un microclima que ya anticipaba rispideces.
Holan ya había manifestado en un programa partidario de TV que se emitió por cable en abril de este año, una de sus formas de relacionarse con sus interlocutores de turno: “A mí me gusta mandar. Yo nací para mandar. Y si los que me rodean no lo entienden, no es mi problema”.
Ese postulado tan verticalista y marcial nunca puede subestimarse. Ni en el ambiente del fútbol ni más allá de la aldea del fútbol. Expresa con claridad meridiana un pensamiento autoritario. Ese pensamiento unidireccional es el que lo termina erosionando. Y en lugar de persuadir para convencer, lo empuja a la confrontación gratuita.
El desgaste que hoy padece en Independiente es incontrastable. Se le valora su labor y el salto de calidad que experimentó el equipo durante el 2017 y en algunos partidos muy puntuales del 2018, pero el triunfo alcanzado lo desorientó y le cambió los papeles. ¿En qué sentido? Creyó ser el dueño de la verdad. Y se vio como un entrenador extraordinario al que todos debían elogiar. Incluso los periodistas.
Su estrategia de convocar a las viejas glorias de Independiente (Pavoni, Sa, Bochini, Bertoni, por citar a algunos) para que identifiquen frente al plantel el perfil de la mística que había que recuperar, fue en realidad una búsqueda personal de acumulación política para protegerse y respaldarse.
Esa protección y respaldo de las viejas glorias lo consiguió, aunque si interpretó que Bochini le iba a arrojar flores sin solución de continuidad, se equivocó de punta a punta. El Bocha nunca se casó con nadie. Ni con Pastoriza, Menotti, Santoro, Bertoni o Trossero. Cada uno de ellos, en su momento, cuando ejercieron como técnicos del Rojo, recibieron críticas sin anestesia por parte de Bochini.
Holan, por supuesto, no iba a quedar al margen. El 3-1 de River sobre Independiente del martes 2 de octubre, promovió que el Bocha expresara en los medios su desacuerdo total con el tibio planteo táctico del entrenador, con la formación inicial (dejando a Gigliotti en el banco), con la salida de Benítez en el segundo tiempo y con la actitud muy poco agresiva del equipo, sin considerar el desastroso desempeño del juez brasileño Anderson Daronco, con el VAR como testigo privilegiado de una conducción arbitral sospechada.
Estas observaciones filosas de Bochini se extendieron en Independiente en varias direcciones: dirigentes, prensa partidaria, jugadores, hinchas. Holan, en general, quedó mal parado ante las audiencias. Incluso con varios jugadores que él no acercó al club. O con algunos que él acercó y que en alguna medida intentó desplazar, pero no pudo lograrlo por el bajísimo nivel de la mayoría de los refuerzos que pidió y le trajeron con una celeridad no acostumbrada en el fútbol argentino.
Las inseguridades reveladoras de Holan para armar el equipo en cada compromiso ya alteraron la tranquilidad del plantel. Ese método de cambiar y seguir cambiando partido tras partido en virtud del rival, del contexto, del hecho de ser local o visitante o de otras circunstancias que Holan no explícita, expresan la dimensión de sus dudas renovadas.
Esas mismas dudas son las que deja al desnudo cuando cree que algunos jugadores (valiosos en la marcha del equipo) con trayectoria y peso en el seno del plantel pueden debilitar su autoridad. Si fuera por Holan, prescindiría hoy mismo de esos jugadores. Pero por ahora no puede hacerlo. Y no sé sabe si podrá.
La realidad es que Holan pretendió erigirse en una remake del Pato Pastoriza, el entrenador más influyente y admirado de Independiente. El desafío existencial le quedó demasiado grande. Es verdad, Holan algo hizo por el club. Y algo consiguió. Pero la victoria siempre efímera lo confundió. O peor aún: lo delató.

Diario Popular

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