Desde que arrancó el año, Independiente disputó 11 partidos como local y
los resultados no fueron positivos: cuatro victorias, dos empates y
cinco derrotas. Además, el promedio de gol bajó casi hasta la mitad
respecto del de visitante, en el raconto de las últimas cuatro
temporadas.
De algunos años a esta parte, Independiente ha encontrado su talón de
Aquiles en una coyuntura donde otros equipos suelen edificar su máxima
fortaleza, y no se trata de ninguna deficiencia en materia táctica o
estratégica, sino de un hecho bastante más básico de lo que cabría
imaginar: los partidos en condición de local. Es un problema añejo y,
aún habiendo Ariel Holan logrado cambiar la identidad del equipo, sin
solución aparente a corto plazo
Gran parte de este karma se remonta a la temporada 2013-14, cuando
Omar De Felippe era la cabeza del grupo. El fatídico debut contra Brown
de Adrogué o el trascendental (y de nuevo malogrado) choque ante
Patronato que le dio la oportunidad de borrar de un plumazo gran parte
de la deshonra infligida por las presidencias de Julio Comparada y
Javier Cantero son los ejemplos más claros.
Pasaron varias temporadas e Independiente vuelve a enfrentarse
con la misma realidad: Huracán. De sufrir hasta la agonía por una final
en La Plata en pos del ascenso, a sufrir otra disputa con el Globo por
la clasificación directa a la fase de grupos de la Copa Libertadores
2019, con la que también se ilusionan Racing y Talleres.
Repasando los números, de los ocho partidos que Independiente
jugó en 2018 como local en la Superliga, obtuvo tres victorias, un
empate y cuatro derrotas (Defensa y Justicia, Atlético Tucumán, San
Lorenzo y Estudiantes). Al hincha se le revuelven las entrañas de solo
mencionar las desatenciones ante Defensa y Gimnasia, donde no mereció
perder desde el plano futbolístico. El haber puntuado en aquellos duelos
hubiese conferido la tranquilidad necesaria como para animarse a más y
no bajarse tan temprano de la lucha por el campeonato.
A esto hay
que sumarle el empate contra Gremio en Avellaneda, por la ida de la
Recopa Sudamericana, que terminó lamentando en Brasil pese al gran
esfuerzo de sus jugadores para estirar la definición a los doce pasos.
Hace nueve días volvió a caer en el mismo laberinto contra Corinthians y
ahora deberá sacar un buen resultado ante Millonarios como visitante
para seguir con vida en el certamen continental y luego definir su pase
en su casa frente a Deportivo Lara.
Pero, ¿cómo podrían explicarse tantas frustraciones acumuladas a
lo largo de los recientes cursos, en cuyos protagonistas (dirigentes,
jugadores, técnicos) no radica un común denominador al que achacárselas?
Sin dudas, la presión ejercida por parte de los hinchas cada vez que
toca afrontar un duelo crucial en el Libertadores de América, aunque no
malintencionada, dificulta más que lo que ayuda a un equipo urgido de
revertir su imagen casera. Bajo esta atmósfera de impaciencia, un mal
resultado conduce a otro, y a otro, sin visos de romper el “maleficio”.
Un dato muy ilustrativo: el promedio de gol como local baja casi hasta
la mitad respecto del de visitante, en el raconto de las últimas cuatro
temporadas.
La "buena noticia" es que el Rojo depende de sí mismo y la
clasificación a la próxima Libertadores se va a dirimir contra Unión en
Santa Fe, donde no pierde desde el Clausura 2000, y el historial corre a
su merced: tres victorias y cuatro empates.
T y C
No hay comentarios:
Publicar un comentario