Buen fútbol, garra y golazos de Gigliotti y Meza para darle
vuelta el partido a Flamengo e ir a Río con la ilusión de volver a ser. El
miércoles que viene, en Brasil no serán once en la cancha, sino millones los
que jugaremos con el corazón.
Como se debe disputar una final. ¡Así, Rojo! Independiente fue
al frente en todo momento, respetó el estilo y la idea de juego, y se llevó el
primer chico. Lo del equipo es más meritorio todavía porque empezó perdiendo ante un
club con presupuesto multimillonario como lo es el brasileño. Después
de los primeros diez minutos de susto, el Rojo fue una aplanadora, respetó su
historia, atacó sin parar y encontró la victoria.
Una máquina de intensidad y agresividad en el buen sentido fue
Independiente. Y los engranajes de ese aparato pertenecen a Barco,
Benítez y Meza. Ezequiel no paró de gambetear y complicar a la defensa rival,
además de meter una asistencia de lujo para el segundo. Lo de Maxi Meza fue
descomunal, su figura crece en cada partido y esperemos que alcance su tope en
el Maracaná. Ayer, tremenda definición en el gol que nos dio el triunfo,
dándole de volea. Encima, jugó e hizo jugar, no sólo apareció por el centro
sino que cambió permanentemente de posición con sus otros dos compañeros. Benítez
también aportó lo suyo, amagues, desbordes y centros que fueron un peligro en
el área de la visita. Si en la vuelta, los tres juegan así, hay
grandes chances de que nos traigamos la copa.
Otra de las figuras del partido fue Tagliafico, para sostener el 2 a 1
cuando quemaban las papas. Los últimos veinte minutos costaron mucho, y
allí apareció el capitán para sacar todo junto con Franco, quién había perdido
la marca en el primer gol. Miño y Torito tuvieron un buen rendimiento en la
mitad del campo, uno marcando, anticipando; el otro aportó la pausa necesaria
para oxigenar y allanar el camino. Gigliotti otra vez apareciendo en los
momentos más difíciles, demostrando por qué marcó tantos goles en Boca y Colón.
No tuvieron grandes momentos Campaña, quién no fue exigido, y tampoco
Bustos, contenido por los volantes del Flamengo que seguramente lo tenían
estudiado.
Impresentable lo del árbitro del encuentro. Amonestó a tres
jugadores del Diablo, la de Amorebieta no fue infracción y las faltas del rival
no fueron penadas como correspondían. De no creer el patadón a Barco en el cual
no sacó ni amarilla. Habrá que estar atento en la revancha con Roldán
y el VAR.
Ganamos la primera mitad de la final. Quedó la espina de no poder
haber convertido uno más pero la conformidad de haber cumplido el objetivo de mínima.
Fue un paso de gloria. Falta el
más importante, en el Maracaná, seguramente ante ochenta mil personas. Será dificilísimo,
pero es el mismo escenario que en 1995. De los nuestros irán seis mil, pero los
que nos quedamos acá también vamos a estar en Río. No van a ser once en la
cancha, no van a ser seis mil en la tribuna. Vamos a ser millones allá,
alentando para que el Rey suba nuevamente al trono y calce la corona que le
pertenece.
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