Sangre Roja

Sangre Roja
Alberto Eirin, Fabio Candelabro, Daniel Martinez y Litto Giovetti

martes, 21 de noviembre de 2017

De Mohamed a Holan: 10 técnicos y ningún título

El Rojo, que enfrenta a Libertad de Paraguay por las semifinales de la Copa Sudamericana, busca terminar con una racha de siete años sin festejos.

Independiente había perdido 2-0 la primera final de la Copa Sudamericana 2010 ante Goiás y tal vez el único que creía en la épica era Antonio Mohamed. "En Avellaneda lo damos vuela", afirmó convencido en el vestuario ante los periodistas. Y así fue: 3-1, definición por penales, la ejecución certera de Eduardo Tuzzio y la locura. La última copa del Rey de Copas.
Aquí en Asunción, Ariel Holan se ilusiona con una nueva final y recuerda que terminó festejando dentro del campo con sus dos hijas aquella consagración que se abrazaba con la historia. Tal vez soñaba con ser alguna vez el técnico de su Independiente amado, pero sólo eso: el sueño de un hombre de 50 años que recién empezaba a apoyar los pies en el fútbol grande como ayudante de Jorge Burruchaga en Arsenal, ahí nomás. Eso sí, su fanatismo rojo lo había llevado a hacer socio a su nieto Felipe antes de que naciera el pequeño.
Entre Mohamed y Holan han pasado diez técnicos por Independiente, contando los interinatos, y ninguno logró un campeonato. Lo más cercano es el ascenso conseguido por Omar De Felippe en una auténtica final contra Huracán. Pero hay abstinencia de títulos en la parte roja de Avellaneda y se siente. El derrotero de los técnicos habla también de un tiempo convulsionado. Conviven nombres importantes, pero solo el Turco Mohamed logró superar la barrera de los 50 partidos en el banco.
El último técnico campeón dirigió 51 partidos a Independiente, con un porcentaje de efectividad de 43,79 por ciento. Los memoriosos afirman que allí comenzó la debacle que derivó en el descenso. Es un título extraño el de aquella Sudamericana para los hinchas: lo festejan pero algunos también lo recuerdan con cierto recelo.
Después pasó Cristian Díaz con apenas 23 encuentros, llegó Ramón Díaz con su chapa pero duró 20 partidos (43,33% de efectividad). Hay un interinato de un cotejo de Enrique Borrelli, el regreso de Américo Gallego (28 partidos y 36,9%) y el arribo de Miguel Brindisi, el hombre que cargó con el peor momento de la historia, en apenas 16 encuentros que incluyeron las primera fechas en la B Nacional (33,33% de eficacia en total).
De Felippe (39 partidos y 58,12%) enderezó el Titanic no sin esfuerzo ni angustia. Independiente empezaba muy de a poco a amigarse con sus recuerdos. Llegó Jorge Almirón y puso el énfasis en la pelota por abajo, en salir jugando, en recuperar la identidad. No le fue nada mal: dirigió 35 encuentros con una eficacia del 50,48 por ciento. Pero no logró el cariño del hincha. Fernando Berón tuvo un interinato de tres encuentros y llegó Mauricio Pellegrino.
Pese a los preconceptos, el ex técnico de Estudiantes (antecedente que no lo ayudaba) mostró una faceta ofensiva y en los 41 partidos en que estuvo al frente subió la efectividad de sus antecesores al 61,79 %. El hincha siempre quiere más, es cierto, y los dirigentes se apuraron. No le renovaron el contrato porque querían a Gabriel Milito. Tal vez lo apuraron al propio Gaby, que venía trabajando con los juveniles. Una dura derrota ante Racing derribó el proyecto que debería haber sido a largo plazo pero que duró 19 partidos (52,63%).
Y llegó Ariel Holan. Una apuesta arriesgada. Hombre del hockey sobre césped que se trajo los drones, las computadoras y todos los prejuicios que el fútbol puede acumular. No le faltaron tropiezos, pero el hincha que se esfuerza por mantener la mente fría en un momento en que se le mezclan los recuerdos y las emociones logró que Independiente tenga una identidad definida. Además elevó la efectividad a un 62,86% en 35 partidos (aún no cumplió un año), la máxima de los últimos técnicos. Con un equipo que ataca en todas las canchas, que quiere la pelota cada minuto, que trata de reflejarse en el talento de Bochini y la personalidad del Chivo Pavoni, que recuperó el mítico saludo de los brazos arriba y que sueña con ganar la Copa Sudamericana.
Nada menos. Nada fácil. 

Diario Clarín

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