El Rojo, que enfrenta a Libertad de Paraguay por las semifinales de la
Copa Sudamericana, busca terminar con una racha de siete años sin
festejos.
Independiente había perdido 2-0 la primera final de la Copa Sudamericana 2010 ante Goiás y tal vez el único que creía en la épica era Antonio Mohamed.
"En Avellaneda lo damos vuela", afirmó convencido en el vestuario ante
los periodistas. Y así fue: 3-1, definición por penales, la ejecución
certera de Eduardo Tuzzio y la locura. La última copa del Rey de Copas.
Aquí en Asunción, Ariel Holan
se ilusiona con una nueva final y recuerda que terminó festejando dentro
del campo con sus dos hijas aquella consagración que se abrazaba con la
historia. Tal vez soñaba con ser alguna vez el técnico de su
Independiente amado, pero sólo eso: el sueño de un hombre de 50 años que
recién empezaba a apoyar los pies en el fútbol grande como ayudante de
Jorge Burruchaga en Arsenal, ahí nomás. Eso sí, su fanatismo rojo lo
había llevado a hacer socio a su nieto Felipe antes de que naciera el
pequeño.
Entre
Mohamed y Holan han pasado diez técnicos por Independiente, contando
los interinatos, y ninguno logró un campeonato. Lo más cercano es el
ascenso conseguido por Omar De Felippe en una auténtica
final contra Huracán. Pero hay abstinencia de títulos en la parte roja
de Avellaneda y se siente. El derrotero de los técnicos habla también de
un tiempo convulsionado. Conviven nombres importantes, pero solo el
Turco Mohamed logró superar la barrera de los 50 partidos en el banco.
El
último técnico campeón dirigió 51 partidos a Independiente, con un
porcentaje de efectividad de 43,79 por ciento. Los memoriosos afirman
que allí comenzó la debacle que derivó en el descenso. Es un título
extraño el de aquella Sudamericana para los hinchas: lo festejan pero
algunos también lo recuerdan con cierto recelo.
Después pasó Cristian Díaz con apenas 23 encuentros, llegó Ramón Díaz con su chapa pero duró 20 partidos (43,33% de efectividad). Hay un interinato de un cotejo de Enrique Borrelli, el regreso de Américo Gallego (28 partidos y 36,9%) y el arribo de Miguel Brindisi,
el hombre que cargó con el peor momento de la historia, en apenas 16
encuentros que incluyeron las primera fechas en la B Nacional (33,33% de
eficacia en total).
De Felippe (39 partidos y 58,12%)
enderezó el Titanic no sin esfuerzo ni angustia. Independiente empezaba
muy de a poco a amigarse con sus recuerdos. Llegó Jorge Almirón y
puso el énfasis en la pelota por abajo, en salir jugando, en recuperar
la identidad. No le fue nada mal: dirigió 35 encuentros con una eficacia
del 50,48 por ciento. Pero no logró el cariño del hincha. Fernando Berón tuvo un interinato de tres encuentros y llegó Mauricio Pellegrino.
Pese
a los preconceptos, el ex técnico de Estudiantes (antecedente que no lo
ayudaba) mostró una faceta ofensiva y en los 41 partidos en que estuvo
al frente subió la efectividad de sus antecesores al 61,79 %. El hincha
siempre quiere más, es cierto, y los dirigentes se apuraron. No le
renovaron el contrato porque querían a Gabriel Milito.
Tal vez lo apuraron al propio Gaby, que venía trabajando con los
juveniles. Una dura derrota ante Racing derribó el proyecto que debería
haber sido a largo plazo pero que duró 19 partidos (52,63%).
Y llegó Ariel Holan.
Una apuesta arriesgada. Hombre del hockey sobre césped que se trajo los
drones, las computadoras y todos los prejuicios que el fútbol puede
acumular. No le faltaron tropiezos, pero el hincha que se esfuerza por
mantener la mente fría en un momento en que se le mezclan los recuerdos y
las emociones logró que Independiente tenga una identidad definida.
Además elevó la efectividad a un 62,86% en 35 partidos (aún no cumplió
un año), la máxima de los últimos técnicos. Con un equipo que ataca en
todas las canchas, que quiere la pelota cada minuto, que trata de
reflejarse en el talento de Bochini y la personalidad del Chivo Pavoni,
que recuperó el mítico saludo de los brazos arriba y que sueña con ganar
la Copa Sudamericana.
Nada menos. Nada fácil.
Diario Clarín
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