Hace poco más de un año, Marcelo Gallardo, el
entrenador de River, estaba muy interesado en Emiliano Rigoni. No era el
único club grande que lo seguía de cerca: también preguntaban seguido
los dirigentes de Independiente y de Racing de Avellaneda.
El interés no se correspondía con la realidad que mostraba al jugador de Colonia Caroya, sino por su potencialidad. Se trataba de un volante con gol, que le pegaba con ambos perfiles, que no podía emerger del mal momento que vivía Belgrano. Tampoco se identificaba con esa generación que forjó el “a lo Belgrano” que reconocía que en el peor momento había que sacar lo mejor, no dar por perdida ni una sola pelota. Si hacía las valijas, como efectivamente pasó, pocos lo notarían. Es más, al mundo Belgrano le había caído antipático aquel conflicto con el club por una diferencia en sus haberes.
“Los elogios y las críticas son parte de esto. Uno tiene que tratar de estar en un nivel regular siempre y manteniendo una línea. Cuando las cosas van bien, tenés que tomar lo de afuera de la misma manera que cuando van mal”, eran sus expresiones.
Finalmente, “el Bala” se fue en enero de 2016 a Independiente (le vendieron la mitad del pase) con un registro de 8 goles en 76 partidos, desde su debut el 4 de agosto de 2012 ante Lanús. Desde su debut en Independiente no paró más. Marcó 13 goles en 48 partidos e inclusive fue verdugo del propio Belgrano, el año pasado. ¿Más? Ha sido seducido por dar el salto a Europa. Pero Ariel Holan, el DT del Rojo, dijo: “Tiene que pensar que el Mundial está a la vuelta de la esquina. No tiene que decidir por lo económico”. El entrenador insinuó que un destino poco competitivo lo alejaría de la chance de ir a Rusia. Inclusive, el cordobés fue llamado al predio de Ezeiza por Jorge Sampaoli, quien lo tiene en mente para el armado de una futura selección.
Ahora bien, en la explosión de Rigoni hay varias razones. No es que Ricardo Zielinski haya sido un inepto, mientras que Milito, Holan y quienes estaban interesados en “el Bala” tuvieran la categoría de “maestros sin igual” para ver lo que “el Ruso” no. La primera referencia fue el entorno. Rigoni debía gravitar en una táctica que no lo favorecía. No disponía del juego para gravitar, tenía obligaciones de marca que también debía cumplir y debía sacar ese famoso carácter para sobreponerse con el alma. No estaba maduro y Belgrano no tenía mucho tiempo más para él.
En Independiente, un club con otro proyecto y con resabios de aquel paladar negro que aún ofrece a los de talento como los del “Bala” un lapso mayor para su despegue, encontró su lugar. Es cierto que la táctica lo contempló y los DT lo hicieron sentir importante al darle “una cancha” para que explotara.
Pero Rigoni también cambió. Ahí va la referencia personal: mejoró su definición y entendió el juego. Hasta llegó a ejecutar las pelotas paradas del equipo.
Ya no volvió a dar más esa imagen timorata que ofrecía cuando perdía una pelota o equivocaba una definición o un pase.
No es la primera vez que ocurre con un futbolista que se forma en nuestro medio y que termina explotando afuera.
Aún debe achicarse la brecha que hay entre el objetivo con el que se preparan a los jugadores en los semilleros y las metas que tienen en la primera. O en todo caso, aclararse. Si es que el plan es que los nuevos Rigoni pueden explotar en casa, antes que en otros pagos.
http://mundod.lavoz.com.ar
El interés no se correspondía con la realidad que mostraba al jugador de Colonia Caroya, sino por su potencialidad. Se trataba de un volante con gol, que le pegaba con ambos perfiles, que no podía emerger del mal momento que vivía Belgrano. Tampoco se identificaba con esa generación que forjó el “a lo Belgrano” que reconocía que en el peor momento había que sacar lo mejor, no dar por perdida ni una sola pelota. Si hacía las valijas, como efectivamente pasó, pocos lo notarían. Es más, al mundo Belgrano le había caído antipático aquel conflicto con el club por una diferencia en sus haberes.
“Los elogios y las críticas son parte de esto. Uno tiene que tratar de estar en un nivel regular siempre y manteniendo una línea. Cuando las cosas van bien, tenés que tomar lo de afuera de la misma manera que cuando van mal”, eran sus expresiones.
Finalmente, “el Bala” se fue en enero de 2016 a Independiente (le vendieron la mitad del pase) con un registro de 8 goles en 76 partidos, desde su debut el 4 de agosto de 2012 ante Lanús. Desde su debut en Independiente no paró más. Marcó 13 goles en 48 partidos e inclusive fue verdugo del propio Belgrano, el año pasado. ¿Más? Ha sido seducido por dar el salto a Europa. Pero Ariel Holan, el DT del Rojo, dijo: “Tiene que pensar que el Mundial está a la vuelta de la esquina. No tiene que decidir por lo económico”. El entrenador insinuó que un destino poco competitivo lo alejaría de la chance de ir a Rusia. Inclusive, el cordobés fue llamado al predio de Ezeiza por Jorge Sampaoli, quien lo tiene en mente para el armado de una futura selección.
Ahora bien, en la explosión de Rigoni hay varias razones. No es que Ricardo Zielinski haya sido un inepto, mientras que Milito, Holan y quienes estaban interesados en “el Bala” tuvieran la categoría de “maestros sin igual” para ver lo que “el Ruso” no. La primera referencia fue el entorno. Rigoni debía gravitar en una táctica que no lo favorecía. No disponía del juego para gravitar, tenía obligaciones de marca que también debía cumplir y debía sacar ese famoso carácter para sobreponerse con el alma. No estaba maduro y Belgrano no tenía mucho tiempo más para él.
En Independiente, un club con otro proyecto y con resabios de aquel paladar negro que aún ofrece a los de talento como los del “Bala” un lapso mayor para su despegue, encontró su lugar. Es cierto que la táctica lo contempló y los DT lo hicieron sentir importante al darle “una cancha” para que explotara.
Pero Rigoni también cambió. Ahí va la referencia personal: mejoró su definición y entendió el juego. Hasta llegó a ejecutar las pelotas paradas del equipo.
Ya no volvió a dar más esa imagen timorata que ofrecía cuando perdía una pelota o equivocaba una definición o un pase.
No es la primera vez que ocurre con un futbolista que se forma en nuestro medio y que termina explotando afuera.
Aún debe achicarse la brecha que hay entre el objetivo con el que se preparan a los jugadores en los semilleros y las metas que tienen en la primera. O en todo caso, aclararse. Si es que el plan es que los nuevos Rigoni pueden explotar en casa, antes que en otros pagos.
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