Sangre Roja

Sangre Roja
Alberto Eirin, Fabio Candelabro, Daniel Martinez y Litto Giovetti

lunes, 6 de febrero de 2017

Jorge Almirón, un técnico antisistema que demostró que se puede jugar bien y ganar

Llegó a Lanús cuando su carrera en la Argentina entraba en suspenso; ganó tres títulos en un menos de un año
En Lanús todavía recuerdan cuando la designación de Jorge Almirón dejo boquiabierta a la mayoría. Era un secreto a voces que se terminaba el exitoso ciclo de los mellizos Barros Schelotto y que ya había un entrenador designado. A no confundirse: las charlas con el actual técnico habían empezado antes de que se fuera Guillermo. Es más, las había comenzado Alejandro Marón con Christian Bragarnik, representante de Almirón, y las terminó Nicolás Russo , presidente electo en diciembre de 2015. No sonará muy prolijo, pero así fue la llegada del DT. Eso sí: nadie se imaginó lo que iba a venir. Ni Almirón ni Russo ni Marón ni Bragarnik. Lanús jamás soñó con enfrascarse entre los grandes en tanto poco tiempo. Al fin de cuentas, antes había tenido muchas otras oportunidades, con un material mucho más rico, y nunca había podido dar el salto. Y el entrenador, al que aún se le notaban en la piel los moretones por el traumático paso por Independiente, nunca se le cruzó por la cabeza volverse un histórico en el club en el que se funden Arias y Guidi. Así fue.
Almirón se colgó tres medallas: la del Torneo Transición 2016, la de la Copa Bicentenario 2016 y la de anteanoche, la de la Supercopa 2017 , ante River, tras el triunfo por 3-0, en La Plata. El técnico al que le gusta la salida prolija desde el fondo, el que se queja cuando revolean la pelota, sonrió otra vez. Da la impresión de que Lanús fue un campo fértil para su idea, con un par de lugartenientes y con muchos entusiastas que siguieron las instrucciones de memoria.
Las virtudes de Almirón están a la vista. Hay que empezar por el arco. Lesionado un pilar, Fernando Monetti, se las arregló con alguien que anduvo de acá para allá: Esteban Andrada, promesa de los seleccionados juveniles y hasta sondeado por Barcelona en 2011, pero que nunca pudo consolidarse; ni siquiera en el préstamo en Arsenal. Volvió, se quedó y fue confirmado. En la zaga apareció Marcelo Herrera, otro hombre de las inferiores que se fogueó lejos del Sur: en Olimpo; lo suyo fue más complicado, ya que tuvo que disimular la partida de Gustavo Gómez. El resto será una enumeración: recuperó a Alejandro Silva, al que Guillermo Barros Schelotto nunca le encontró una posición fija; no dudó en dejar fuera de los concentrados muchas veces a Ciro Rius, que llegó de la mano de su mismo representante, Bragarnik, y hasta pudo sostener la convivencia con José Sand, un intocable en Lanús, aunque nunca entró entre sus preferidos. De hecho, en cada mercado de pases pide un Nº 9 y siempre termina jugando Pepe. Por estas horas, Diego Vera parece a un paso de los granates. ¿Quién jugará? Es un secreto.
Almirón es el que está siempre tranquilo y se muestra amistoso con los desconocidos. Es, en cierto modo, el que le baja la adrenalina a los demás. El entrenador a cada paso muestra como ejemplo a Maximiliano Velázquez, el infaltable lateral izquierdo, y también a Agustín Pelletieri, otro ilustre nombre con la camiseta granate, pero que aceptó un papel secundario a la vista del nivel de Iván Marcone. Cuentan que fue Pelletieri el encargado de la arenga antes del inolvidable 4-0 con San Lorenzo, en Núñez. Hizo llorar a todos en la antesala del vestuario del Monumental.
Almirón se muestra inflexible con las pautas de conducta, como ya se había hecho notar en Independiente, por ejemplo, con las salidas de los caudillos. Pero también toca la fibra íntima del vestuario de Lanús con gigantografías de apoyo a un plantel que lo hizo proyectarse en una carrera supersónica. En ellas bajó un mensaje de amor propio y, a la vez, de superación. Les hablaba a los experimentados y también a los más jóvenes. Almirón había llegado a Independiente tras un puñado de buenos partidos en Godoy Cruz. De nada le sirvió haberse presentado como hincha de los Rojos. Después de la hibridez en Avellaneda, su destino parecía lejos de la Argentina. Pero no.

Un tacticista

Por más que para algunos Almirón sea un técnico poco apegado a la estrategia, los resultados contradecirán el enunciado. De hecho, las movidas dignas de una pieza de ajedrez definieron muchas de las pulseadas. Por ejemplo, contra San Lorenzo, incluyó sorpresivamente a Junior Benítez en lugar de Pablo Mouche, habitual titular. Conclusión: Benítez abrió la goleada. Ante Racing, por la Copa Bicentenario, puso a Brian Montenegro, que definió el encuentro sobre la hora, y, anteanoche, contra River, incluyó a Pasquini en el 0-0, y el mediocampista anotó el segundo tanto en el 3-0 definitivo.
"No tengo dudas de que Jorge es el mejor técnico del momento en la Argentina. De hecho, cuando Armando Pérez buscaba un entrenador para la selección, me consultó por él y le dije que el seleccionado tenía prioridad; que se lo llevara si lo precisaba. Después eligió a Bauza", resumió el presidente de Lanús, Nicolás Russo, en Radio La Red.
La Copa Libertadores asoma en el horizonte de Lanús y de Almirón, que, aconsejado por sus allegados, seguirá, al menos, hasta diciembre con los granates. Será otra ocasión para combatir al sistema.

Diario La Nación

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