El delantero que repatrió Independiente confiesa que "lo más raro que
comí fue tortuga". Describe cómo eran las prácticas junto a todos los
traductores: "Parecía que jugábamos 20 contra 20". Y no le escapa al
desafío en su nuevo club: "Sé que necesita pelear el campeonato".
La boca de Emmanuel Gigliotti
se agranda como la de un oso y los ojos parecen apenas abiertos. "Tengo
un sueño", dice mientras bosteza. Volvió el miércoles después de jugar
dos años en el Chongqing Lifan de China para sumarse al Independiente de
Ariel Holan y las once horas de diferencia todavía le desorientan el
organismo. "Son las 5 de la tarde, pero para mí serían las 4 de la
mañana", explica el delantero de 29 años. Después de su tercer día en
Villa Domínico, con un gol incluído en el amistoso ante Quilmes, el Puma le cuenta a Clarín
su experiencia en el fútbol chino, desde el cual ahora tientan con
millones de dólares a las figuras argentinas, y habla de las
expectativas en su nuevo club.
-¿Del 1 al 10 cuánto extrañabas la Argentina?
-Y...
12, ja. Me siento feliz. La calidad de los entrenamientos, el hecho de
tener a todo un grupo de personas pendiente del jugador, estar en el
vestuario con gente que hable mi mismo idioma, escuchando música. Allá
era terrible el tema del idioma.
-¿Cómo entendías las indicaciones del entrenador?
-Había
un traductor para cada idioma. El técnico era coreano, entonces primero
había un traductor que traducía las indicaciones del coreano al chino y
después había un traductor al español, otro al portugués y otro al
inglés.
-¿El traductor estaba todo el tiempo con vos?
-Siempre.
Mientras el DT hablaba en su idioma todos los traductores nos hablaban a
nosotros. Una charla de dos minutos tardaba una hora. Lo cómico era
cuando hacíamos un ejercicio táctico, por ejemplo, de pelota parada.
Estaban los defensores y los atacantes adentro del área y entre todos
nosotros también estaban los traductores, qué encima eran re bajitos y
daban mucha gracia. Era un despelote, parecía que jugábamos 20 contra
20. Llega un momento que no entendés un carajo.
-¿Qué es el fútbol chino?
-No
llega a tener nivel profesional. Los clubes tienen como mucho 20 años
de historia. No tienen inferiores. Arrancan de muy grandes. La
alimentación es muy distinta, no siguen dietas. En el almuerzo había
papas fritas, comidas con mucho picante, salchichas. Yo venía de una
liga súper profesional como la argentina y me chocó. Nunca me llegué a
acostumbrar a esa vida. En China nunca me sentí un jugador profesional.
-Desde acá parece que en China están armando una revolución futbolística con la inversión que hacen. ¿Cómo se vive ahí?
-Allá
no comentaban mucho eso. Cuando llegó (Carlos) Tevez solamente me lo
mencionó el traductor. No son para nada futboleros. Lo que pasa es que
el presidente de China sí es muy futbolero y tiene un proyecto para ser
potencia pero en 2050, a larguísimo plazo. Pero les falta algo
fundamental: en una provincia que tiene 35.000.000 de habitantes no vas a
cruzarte nunca un día en la calle a dos pibes pateando una pelota. No
lo llevan en la sangre. Los chinos juegan al ping-pong o al bádminton.
-¿Vos estabas sólo en el día a día?
-Durante
el primer año yo estaba con mi pareja y el segundo año estuve solo. A
la mañana y a la noche yo esperaba para poder hablar con mi familia y
con mis amigos. Durante el día no hablaba con nadie.
-¿Podías compartir algo con alquien?
-Tenía
relación con un australiano y con un par de brasileños, pero allá no
hay vestuario. No existe. Los chinos después de los partidos no se bañan
en el camarín, se van enseguida y se bañan en el hotel. El primer
partido, cuando terminó, entré con los extranjeros a las duchas y cuando
salimos no había nadie. En los entrenamientos, cada uno tenía una
habitación en el complejo. Cuando llegaba, yo iba derecho a mi
habitación a cambiarme y a la hora de la práctica nos veíamos
directamente en la cancha.
-¿Se te complicaba con la alimentación? ¿Qué fue lo más raro que comiste?
-Comí
tortuga. En el supermercado te venden las tortugas vivas para comer,
como las langostas de mar. Hay sapos re grandes también. Eso no lo
probé. Tampoco probé la sopa de víboras. La carne de tortuga es rica,
pero la piel es toda babosa, un asco. También comí estrella de mar. Yo
probaba todo lo que podía. Aclaro que no comí perro, eh.
-¿Ya pudiste comer asado desde que volviste?
-Un
asado, asado, no. Pero, sí ya comí un buen pedazo de carne argentina.
La comida es una de las cosas que uno extraña mucho. Los olores de las
comidas.
-¿Qué era lo que más extrañabas?
-Los
afectos. Viajé a China en marzo y en abril fueron a visitarme mis
viejos. Mi mamá puso un pie en China y lo primero que me dijo fue: “Mirá
Emma, yo te amo mucho pero la próxima vez nos vemos en Argentina, no
vengo nunca más”. Es un vuelo tan largo que no te dan ganas de hacerlo
otra vez. Además del cambio horario y todo. Mi viejo sí viajó tres
veces.
-¿Qué fue lo que más te llamó la atención de todo lo que viviste?
-Hay
un contraste muy grande entre la infraestructura moderna y la cultura
ancestral. Hay edificios que te hacen sentir que estás en la Guerra de
las Galaxias. De noche la ciudad está totalmente iluminada. Y después
tenés todo lo cultural que se contrapone. Mucha gente sigue yendo al
baño en letrina. Está la señora con los canastos colgando que vende
comidas y frutas en la calle.
-¿Y con el régimen comunista cómo te llevabas?
-Tiene
cosas positivas y otras que hacen que la adaptación sea más complicada.
Tiene limitaciones en todas las redes sociales. Ellos manejan un
Facebook propio, por ejemplo. Las redes yanquis estaban todas
prohibidas. Las páginas de internet tienen filtros. Eso sí, no ves gente
durmiendo en la calle ni pidiendo. Y la seguridad es total..
-¿En qué te sirvió toda esta experiencia?
-Crecí
un montón a nivel personal y me hizo valorar muchísimo más lo que tengo
en Argentina: la familia y los amigos. En diciembre mi viejo tuvo un
problema de salud y justo pasó cuando yo estaba acá. Pero, eso me hizo
un click y me hizo querer volver definitivamente al país. Hacía dos años
que no tenía a mis viejos cerca y quería compartir tiempo con ellos.
-¿Recomendarías a un colega ir a jugar a China?
-Todo
depende de cómo uno encare el proyecto, de la edad, del presente
futbolístico, de la ciudad a la que vaya. También es importante si vas
acompañado o solo. No es nada fácil. Se lo dije a (Lucas) Alario.
-¿Con qué te encontraste en Independiente?
-Un
club con un muy buen ambiente. Un cuerpo técnico súper profesional.
Muchos jugadores jovencitos en el plantel. Las instalaciones para
entrenar son grandes y cómodas, me gustó.
-Llegaste para ser titular, ¿cuánto influyó eso en tu decisión?
-Yo
tengo que demostrar en cada práctica para qué estoy y ganarme un lugar.
Está bueno que haya competencia para que uno sienta mayor presión.
-Presión vas a tener porque Independiente necesita que hagas muchos goles.
-En todos los clubes grandes hay presión.
-Sí pero en Independiente hay mucha impaciencia últimamente.
-Tal vez ocurre que el hincha ve que los otros grandes han obtenido cosas y el Rojo,
sacando la Sudamericana 2010, no sale campeón desde 2002. Sé que
Independiente necesita pelear el campeonato y por eso queremos darle
alegrías a la gente.
Diario Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario