Esta columna reescrita no hablaba de renuncias. Esta columna reescrita
hablaba de proyectos, del trabajo a realizar en la pretemporada, de los
refuerzos a traer en el próximo mercado y de la alegría que significa
ver al estadio terminado después de nueve años. Esta columna reescrita
hablaba de la insuficiencia del plantel para resolver situaciones, del
mal momento y juego de Independiente y hacía un balance del año. Esta
columna reescrita cambió y, ahora, tiene que tener marco de despedida.
Esta columna reescrita hablaba de proyectos, y 19 partidos fue el umbral
de tolerancia para el de Gabriel Milito. Quiero remarcar esto, porque
me parece brutal: al proyecto del último ídolo que salió del club le
dieron nada más que 19 partidos en el banco, con la misma base de
jugadores que Jorge Almirón y Mauricio Pellegrino. Si no se le da el
tiempo a él, ¿qué paciencia tendremos con alguien de afuera? ¿Acaso
esperamos que venga un mago y salve a este equipo, que lo ponga en la
cima como si nada y sea campeón en seis meses? Ya ni siquiera se puede
eso; ahora los torneos son largos.
Milito tenía una idea de trabajo a largo plazo. Él lo había
manifestado repetidas veces: quería un club ordenado desde sus
divisiones juveniles hasta Primera, siempre pensando en el beneficio de
Independiente, como cuando solventó de su bolsilo (y del de Agüero) una
instalación para que los chicos tengan un gimnasio decente en Villa
Domínico. Siempre pensando en "el escudo por delante de todo". Debió
irse por la puerta de atrás, comandado por la estúpida idea de que un
resultado rige los plazos, sin importa las formas, los paradigmas
propios de juego ni las aspiraciones a futuro en el club.
Ruggeri, Osvaldo Sosa, Pastoriza, Bertoni, Menotti,
Falcioni, Burruchaga, Troglio, Borghi, Gallego, Garnero, Mohamed, Ramón
Díaz, Cristian Díaz, de nuevo Gallego, Brindisi, De Felippe, Almirón y
Pellegrino desfilaron por el banco de este club en los últimos 13 años,
sin contar a los interinos. La historia no parece indicar que la
solución sea seguir trayendo técnicos, pero Independiente es un 'pegame
que me gusta' constante. No aprende de sus errores y se encierra en el
contexto de que la 'exigencia' y el 'paladar negro' consisten en chiflar
en vez de apoyar. Mientras tanto, los nombres pasan.
De manera imperiosa hay que cambiar el foco, respaldar una
continuidad - sea cual sea - y darle tiempo a ésta. Los dirigentes, a
los cuales siempre critiqué, deberán hacerse cargo tras haber concluido
su peor año en el mando de esta institución, y que pese a que esta
columna reescrita hablaba de la alegría que representa ver al estadio
terminado, jamás pusieron el ojo dentro de las cuatro rayas. Durante el
2016, aumentaron el pasivo a más de 600 millones y fueron a buscar al
tipo al que, en su momento, echaron por la puerta de atrás para que se
conviertiera en su redentor. Casi no le trajeron refuerzos como respaldo
y a cambio, le aprobaron la salida de 18 futbolistas. La Comisión
Directiva tiene que estar con la cabeza puesta ciento por ciento en
Independiente y no en las actividades gremialistas. Tener plata no
significa estar capacitado para encabezar una buena gestión, sino
observen el ejemplo de Lammens y Tinelli.
A Milito: volvé cuando seamos un club de fútbol y no un
hervidero comandado por personas con intereses muy distintos a los de
ver rodar a una pelota. Esta columna reescrita detesta tener que
despedirte, pero es agradecida con vos por intentar ponerle el pecho a
las balas en este presente ominoso, por más que las cosas no hayan
salido bien. El futuro está muy lejos de ser el deseado, pero ojalá que
pronto, cuando las condiciones estén dadas y el escudo vuelva a estar
por delante de todo, te volvamos a ver por Alsina y Bochini.
@rfailache
http://www.tycsports.com
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