Un instante. Una imagen. Una foto. José Omar Pastoriza y Sergio Agúero durante un entrenamiento de Independiente en los primeros meses de 2004, cuando el Pato ejerció como técnico del Rojo (hasta que murió el 2 de agosto de ese mismo año) y el Kun se perfilaba a los 15 años como el gran crack que terminó siendo.
Quizás esa foto pueda revelar en versión libre algo así como una continuidad histórica entre un Pastoriza crepuscular y un pibe que recién se estaba asomando al gran tinglado del fútbol argentino, para después pegar el salto al Atlético Madrid cuando estaba a muy pocos días de cumplir 18 años.
El Pato nunca proclamó en público y seguramente tampoco en privado ser hincha de Independiente. Pero se fue haciendo hincha de Independiente a su manera: sin ostentaciones, sin versos, sin demagogia y sin tribuneadas tan extendidas en el presente. No necesitaba vender humo para capturar adhesiones.
Sin embargo, aunque jugó y dirigió a Racing y también a Boca, entre los grandes del fútbol nacional, su identificación con el Rojo de Avellaneda fue muy evidente, a pesar de algunos encontronazos y desencuentros con los dirigentes. Entre ellos, con Julio Humberto Grondona, cuando fue presidente de Independiente (desde 1976 hasta abril de 1979) y luego titular de AFA.
Ese volante de gran pegada con voz de mando y con características de ser un armador retrasado en el campo y no un enganche clásico, se resignificó con apenas 34 años en un entrenador de personalidad avasallante. No porque haya sacado patente de guapo o pesado. Esa personalidad avasallante estaba relacionada con su idea y su convicción futbolística para interpretar el juego y a los hombres (más jóvenes como el Kun o más experimentados) que lo jugaban.
Tenía ascendencia el Pato. Por adentro y por afuera del fenómeno del fútbol. Ascendencia sin sobreactuaciones. Cuando se vinculó por última vez a Independiente en enero de 2004 con la ilusión de volver a ganar la Copa Libertadores que había conquistado como jugador en 1972 en la final frente a Universitario de Perú y como técnico en 1984 ante el Gremio de Porto Alegre, tuvo la posibilidad de conocer a Agüero, quien ya había debutado en Primera el 5 de junio de 2003, ingresando a los 24 minutos del segundo tiempo contra San Lorenzo.
A un mes y medio de haber asumido por cuarta vez como entrenador de Independiente, el Pato le dio el 12 de febrero de 2004 en el cruce ante Cienciano de Perú por la Copa Libertadores, la indicación al Kun para que entrara promediando el complemento en reemplazo del uruguayo Sebastián García.
La conexión más directa de Pastoriza con Agüero se limitó al 4-2 ante Cienciano y el 2-0 con El Nacional de Ecuador (ambos triunfos en Avellaneda), cuando ingresó a los 30 minutos de la segunda etapa por Hernán Losada. Sin dudas, el mejor testimonio que le abrió las puertas a esa transferencia emotiva de identidad Roja aparece en la imagen que el Pato y el Kun supieron compartir hace 16 años
Ese instante. Esa magia. Esa foto. Y aquel encuentro entre un hombre de 62 años y un pibe de 15 que quizás ni soñaba con todo lo que el fútbol le iba a ofrecer. Y él le iba a ofrecer al fútbol. Ocurrió una mañana en Avellaneda. Y vale la pena el recuerdo.
Eduardo Verona
FUENTE: DIARIO POPULAR
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