Sangre Roja

Sangre Roja
Alberto Eirin, Fabio Candelabro, Daniel Martinez y Litto Giovetti

miércoles, 20 de marzo de 2019

Independiente: de aquel equipo a este equipito por Eduardo Verona

La caída que anunciaba el Rojo con libros de pases desastrosos que protagonizó bajo la conducción de Ariel Holan y el aval de los dirigentes, se viene expresando con una dinámica imparable que terminó destruyendo al equipo.   
El derrumbe sin pausas que experimenta Independiente no debería sorprender a nadie. Alcanzaría solo con observar como actuó el club en los últimos libros de pases. A propósito de este escenario que determina rumbos, ese técnico intuitivo y conocedor del juego del fútbol que fue Angel Labruna, solía decir que una de las tareas fundamentales de los entrenadores era saber armar el plantel a comienzos de temporada.Independiente, bajo la conducción futbolística del casi siempre sonriente Ariel Holan, en lugar de armar planteles como sostenía Labruna, hizo todo lo contrario: desarmó planteles con una perseverancia y convicción notable. Y destruyó al equipo que el 13 de diciembre de 2017 conquistó la Copa Sudamericana frente al Flamengo en Rio de Janeiro.
¿Qué responsabilidad le cabe a Holan en este proceso de auténtico aniquilamiento futbolístico? No una responsabilidad absoluta porque la dirigencia liderada por Hugo Moyano avaló y financió las altas y las bajas del plantel, pero fue Ariel Holan (y su círculo rojo) el que promovió un naufragio no deseado que hoy nadie con dos dedos de frente puede negar, aunque algunos todavía lo niegan con una obstinación asombrosa.
Este camino muy difícil de interpretar que fue recorriendo Holan en Independiente desde que arribó en enero de 2017, parece haber agotado el menú de todas las críticas y especulaciones. Lo que continúa generando dudas y preguntas infaltables es porque Holan continúa recibiendo un respaldo de la familia Moyano, cuando la situación del técnico es insostenible.
No planteamos que Holan tiene que irse de Independiente más tarde o más temprano. Esta decisión personal o institucional nos excede y además no nos corresponde. Planteamos que resulta llamativo tanto apoyo a un profesional que viene demostrando una incompetencia y tozudez acrítica que el equipo padece largamente.
Porque Independiente es una lágrima desde hace demasiados meses. ¿A qué juega? Nadie lo sabe. Porque no se adivina ni una línea ni un estilo. Y menos aún un funcionamiento. En definitiva, juega como un equipo totalmente improvisado y vulnerable que partido tras partido hace lo que puede. Y se ve con claridad que no puede. Porque no hay una idea en marcha y son muy pocos los intérpretes que están a la altura de las circunstancias, producto de los libros de pases que Holan y la dirigencia se empeñaron en diseñar, configurando un fracaso operativo y logístico rotundo.Porque Holan hizo y deshizo a su antojo en la medida en que se lo permitieron, dilapidando dinero (en incorporaciones millonarias en dólares como las de Gaibor, Hernández, Silvio Romero y compañía) y recursos humanos con un nivel de discrecionalidad y autosuficiencia que no tiene ni Pep Guardiola en el Manchester City.
Las extrañas habilidades dialécticas que debe poseer Holan para convencer a los Moyano de sus virtudes como entrenador, son un tema aparte. Deben ser las mismas habilidades que muestra frente a las distintas audiencias periodísticas para hablar de los brotes verdes que explotarán en el semestre que viene. O en el próximo. O no se sabe cuándo.
Este optimismo ciego y voluntarista despojado de fundamentos necesita oyentes dispuestos a creerle. Algo que podría identificarse como gente de fe. Porque lo que pretende transmitir Holan parece ser una cuestión de fe, aunque esa fe después se enfrente a la prepotencia de los hechos incontrastables como la paliza que le pegó River el último domingo en el Monumental, que por supuesto se suma a otras palizas.
La verdad es que Independiente le está prestando su camiseta (en este caso a ese insufrible gris de ausencia que ahora viste) a un equipito. Porque poco a poco el equipo que se coronó en Brasil hace quince meses se reconvirtió en un equipito. Sin alma. Sin juego. Sin contenido. La potente sensación que entonces prevalece es la de un salto al vacío. Y los restos de una silueta vacía que deambula buscando aferrarse a un triunfo ocasional que el conductor siempre sobrecalifica, como las victorias 4-0 ante Atlas por la Copa Argentina o el 2-0 contra Aldosivi.
El fulero y preocupante panorama futbolístico que se le presenta a Independiente no puede taparse con parches espasmódicos o nostalgias de ocasión. El plantel que tiene es un plantel no acorde a las expectativas históricas del club. Y el técnico que tiene es un técnico completamente desenfocado de la realidad. Atrapado en su laberinto. Muy confundido. Muy inseguro. Y demasiado permeable al error y a la transferencia de responsabilidades.
Diario Popular

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