De la alegría provocada por el empate de Gigliotti a la desesperación absoluta. Habían pasado 45 minutos desde que el partido entre Millonarios e Independiente
llegó a su fin. En el sector visitante, cerca de 200 personas
esperábamos que los hinchas colombianos se retiren para poder regresar
con tranquilidad.
Estábamos distribuidos en dos micros y una combi, con algunos autos
particulares que seguían la caravana. La misma se dirigía al Radisson
Hotel, lugar en que se hospedó todo el plantel de Independiente. Al
subirnos, cuatro motos de la policía nos escoltaban, aunque no fue suficiente para evitar lo peor.
Aún con el estadio de fondo, el impacto seco sobre una de las
ventanillas de la parte derecha del micro generó un escenario de temor e
incertidumbre. Fueron 10 segundos de silencio. Nadie dijo nada.
La voz de una mujer irrumpió en la escena para preguntar: "¿Están todos
bien?". La respuesta fue afirmativa. El chofer, aún conmocionado con el
estallido del vidrio, decidió frenar en una esquina. "Sacanos de acá,
nos van a matar, acelerá".
La policía le pedía que doble, pero seguía impávido ante tal efecto.
Cuando dobló, algunas calles oscuras aumentaron el pánico. Al lograr
salir de la zona, la calma volvía entre los 40 hinchas que viajábamos
con miedo de tener la cabeza cerca de la ventanilla por temor a sufrir
otra agresión.
Al llegar al hotel, descubrimos que el impacto tenía un orificio de
salida en la misma ventanilla, pero del costado izquierdo. Era recto, un
disparo perfecto. La policía explicó que en la vereda no había nadie,
por lo cual no podía ser un piedrazo. "Esto fue un tiro", reconoció otro.
No lo podíamos creer. El hincha que viajaba en ese asiento, ya más
tranquilo, aseguró haber "sentido el vientito. Me pasó algo muy cerca,
fue rápido".
El calvario vivido en el final había comenzado algunas horas antes,
cuando llegamos al estadio. La policía que escoltaba a los micros de los
jugadores nos hizo esperar detrás de ellos hasta que terminaran de
entrar al vestuario. Mientras tanto, decenas de hinchas de Millonarios
golpeaban los vidrios de los micros en ambos lados.
Luego, nos dijeron que bajáramos y camináramos hasta la entrada visitante. Era un delirio pensar en transitar,
siendo una considerada minoría, entre los cientos de simpatizantes
locales que llegaban para ver a su equipo. Dos hinchas de Independiente
debieron descender para suplicarle a la policía que nos acompañen hasta
el ingreso.
El sector que le concedieron a la gente de Independiente estaba entre
dos tribunas con hinchas locales. Del lado derecho separaba una pared;
del izquierdo, un cordón hecho por policías. En el entretiempo nos arrojaron piedras, monedas y botellas. Volvimos a pedirle a la policía que controlasen eso, pero no lo hicieron. El saldo: un hincha de Independiente con un corte en su nariz y dos puntos para cerrarle la herida.
Infobae
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