“Ahora que ganamos viene lo más complicado que es reconfirmar todo en
el próximo campeonato”. Aquellas palabras que pronunció Carlos Bianchi
por supuesto tuvieron un contexto y un destinatario: El contexto estaba
directamente vinculado a la consagración de Boca como campeón invicto
del Apertura de 1998. El destinatario era el plantel de Boca que Bianchi
dirigía desde hacía seis meses.
Anticipaba el Virrey en privado y en público que las exigencias no iban
a atenuarse en virtud del título conquistado. Y que Boca no se
conformaba con lo que ya había obtenido. Que iba por más. Por mucho más.
Que quería seguir ganando. Y que demandaba incondicionalidades
futbolísticas en términos de compromiso y actitudes
para enfrentar todo lo que estaba por delante. Ese Boca macizo y
hegemónico de Bianchi no paró. Ganó tres Copa Libertadores, dos
Intercontinental y cuatro campeonatos domésticos.
Una conducta bastante habitual en los equipos que abrazan un objetivo y después, poco a poco o de manera fulminante, se van deslizando por una pendiente y caen sin dejar demasiadas evidencias de su recorrido triunfal.
Al errático Ariel Holan, como conductor de este Independiente ganador de la Copa Sudamericana, se le presenta el mismo panorama que Bianchi había observado en diciembre de 1998. El desafío no es menor. Es enorme. Es revalidar lo que el equipo pudo mostrar durante gran parte de 2017, cuando logró distinguirse. Es ir por más. Por mucho más. Es perforar los límites de la circunstancia. Es revelar la necesidad deportiva y existencial de trascender el éxito de ayer para intentar mañana construir otro.
Esa búsqueda no es sencilla ni lineal. Nunca lo fue. Porque el triunfo más o menos valioso suele atrapar comodidades y desatar contradicciones. También potenciar egos ingobernables. Relajar ciertas disciplinas. Bajar la cadena de solidaridades. Y reducir algunas fortalezas. No siempre ocurre este fenómeno. Pero no son pocos los casos en que se manifiesta y reconvierte a un buen equipo en un equipito. Pasó y seguirá pasando.
Un mandato que tiene que interpelar al entrenador, al plantel y a la dirigencia. Nadie puede quedarse al margen de esta dinámica. Y nadie puede hacerse el distraído y levantar el pie del acelerador. El que lo hace atenta contra el interés general. Y debilita la estructura del equipo.
En estas cuestiones que son centrales a mediano y largo plazo también se devela la muñeca conceptual y estratégica de un técnico. Su altura docente. Su densidad intelectual y emotiva para convencer y seguir convenciendo. Su prédica de superación permanente. Su trabajo de largo aliento. Su legado, en definitiva.
Salir campeón es siempre un primer paso. Un paso importantísimo. Pero no debería ser un paso efímero y ligero. Los muy buenos equipos, los que evoca la historia, los que recuerdan los hinchas hasta exagerando sus virtudes individuales y colectivas, permanecieron en las memorias generación tras generación porque también supieron continuar la obra.
Como Independiente lo hizo en los 60 y 70 y parte de los 80. Como Estudiantes en los 60. Como Racing en los 60. Como Ferro en los 80. Como River en los 90. Como Boca también en la segunda mitad de los 70 y en los albores del nuevo siglo. Como Vélez en los 90. Todos ellos y otros con recorridos similares, fueron encontrando los eslabones futbolísticos y extra futbolísticos que les permitieron perdurar aun en situaciones adversas.
Se verá como la resuelve en comunión y armonía (puesta muy en duda) con el plantel. Y como la interpreta, por lo menos en el 2018.
Los acontecimientos por venir sumados a los que ya sucedieron en las últimas semanas, mostraran su perfil y su estatura real en momentos de bonanza. Y también de turbulencias, como las que se están expresando.
Diario Popular
Una conducta bastante habitual en los equipos que abrazan un objetivo y después, poco a poco o de manera fulminante, se van deslizando por una pendiente y caen sin dejar demasiadas evidencias de su recorrido triunfal.
Al errático Ariel Holan, como conductor de este Independiente ganador de la Copa Sudamericana, se le presenta el mismo panorama que Bianchi había observado en diciembre de 1998. El desafío no es menor. Es enorme. Es revalidar lo que el equipo pudo mostrar durante gran parte de 2017, cuando logró distinguirse. Es ir por más. Por mucho más. Es perforar los límites de la circunstancia. Es revelar la necesidad deportiva y existencial de trascender el éxito de ayer para intentar mañana construir otro.
Esa búsqueda no es sencilla ni lineal. Nunca lo fue. Porque el triunfo más o menos valioso suele atrapar comodidades y desatar contradicciones. También potenciar egos ingobernables. Relajar ciertas disciplinas. Bajar la cadena de solidaridades. Y reducir algunas fortalezas. No siempre ocurre este fenómeno. Pero no son pocos los casos en que se manifiesta y reconvierte a un buen equipo en un equipito. Pasó y seguirá pasando.
Un mandato que tiene que interpelar al entrenador, al plantel y a la dirigencia. Nadie puede quedarse al margen de esta dinámica. Y nadie puede hacerse el distraído y levantar el pie del acelerador. El que lo hace atenta contra el interés general. Y debilita la estructura del equipo.
En estas cuestiones que son centrales a mediano y largo plazo también se devela la muñeca conceptual y estratégica de un técnico. Su altura docente. Su densidad intelectual y emotiva para convencer y seguir convenciendo. Su prédica de superación permanente. Su trabajo de largo aliento. Su legado, en definitiva.
Salir campeón es siempre un primer paso. Un paso importantísimo. Pero no debería ser un paso efímero y ligero. Los muy buenos equipos, los que evoca la historia, los que recuerdan los hinchas hasta exagerando sus virtudes individuales y colectivas, permanecieron en las memorias generación tras generación porque también supieron continuar la obra.
Como Independiente lo hizo en los 60 y 70 y parte de los 80. Como Estudiantes en los 60. Como Racing en los 60. Como Ferro en los 80. Como River en los 90. Como Boca también en la segunda mitad de los 70 y en los albores del nuevo siglo. Como Vélez en los 90. Todos ellos y otros con recorridos similares, fueron encontrando los eslabones futbolísticos y extra futbolísticos que les permitieron perdurar aun en situaciones adversas.
Se verá como la resuelve en comunión y armonía (puesta muy en duda) con el plantel. Y como la interpreta, por lo menos en el 2018.
Los acontecimientos por venir sumados a los que ya sucedieron en las últimas semanas, mostraran su perfil y su estatura real en momentos de bonanza. Y también de turbulencias, como las que se están expresando.
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