Sangre Roja

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Alberto Eirin, Fabio Candelabro, Daniel Martinez y Litto Giovetti

domingo, 12 de febrero de 2017

¿Dónde quedó la mística de Independiente? Los ídolos y la historia de una decadencia por Rodolfo Chisleanschi

El Rey de Copas ya suma 20 años de sinsabores continuos y sólo algunas alegrías esporádicas; las visiones de Daniel Bertoni, Enzo Trossero y Elvio Pavoni, referentes de la gloria pasada

En marzo de 2001, la directora de cine Lucrecia Martel estrenó su ópera prima, La Ciénaga, protagonizada por Graciela Borges y cuya trama retrataba la decadencia de una adinerada y poderosa familia del noroeste argentino. En el torneo Clausura que se disputó durante ese semestre uno de los grandes finalizó 17º, antecedente del último lugar que iba a ocupar por primera vez en su historia exactamente un año más tarde. Era Independiente .
Por supuesto, no existe ninguna relación entre ambos hechos, pero el recuerdo sirve para dibujar una realidad: más o menos desde entonces, o quizás desde algunos años antes, el otrora Rey de Copas vive inmerso en una ciénaga de la que se muestra incapaz de escapar, con un cuantioso pasivo económico y sumando decepciones deportivas. Pero tal como le sucedía a aquella familia parece no aceptar la imagen que le devuelve el espejo.
En mayo de 2016, el presidente Hugo Moyano presentó a Gabriel Milito como "el técnico del futuro campeón del fútbol argentino", pero Milito renunció en diciembre, con el equipo lejos de la lucha por el campeonato, y esa visión distorsionada de la realidad no ayuda a encontrar la salida. Peor aún, cada intento, cada volantazo, cada vuelta de tuerca parece hundir un poco más a esta familia sin brújula. La diferencia es que en el film de Martel la degradación solo afecta a los propios interesados, mientras que en el caso del Rojo sacude el alma de millones de hinchas que imploran, pero al mismo tiempo exigen, recuperar cuanto antes la gloria extraviada. Y como la desesperación es pésima compañera de viaje, una primera derrota en un amistoso de verano -por más contundente y dolorosa que sea- ya provoca zozobras, pone en duda el enésimo proyecto de los últimos años y altera el pulso del trabajo diario.
La historia de la degradación de Independiente tiene un punto de partida difuso, en algún punto de los años 90. "Empezó después de los títulos que ganó el equipo que dirigía Miguel Brindisi (Clausura y Supercopa 1994)", afirma Ricardo Daniel Bertoni; "es difícil establecer un momento concreto", coinciden Enzo Trossero y Ricardo Elvio Pavoni; "todo arrancó el día que se retiró Bochini", arriesga un notorio ex directivo.
El cálculo, en todo caso, ronda los veinte años de sinsabores continuos y solo algunas alegrías esporádicas, como fueron el triunfo en el Clausura 2002 y la Copa Sudamericana 2010. Dos décadas en las que un club que era elogiado por su ejemplar administración y sus éxitos constantes fue acumulando deudas, escándalos y fracasos.
"Una vez que se fueron los viejos dirigentes, como [Pedro] Iso o [Jorge] Botaro comenzaron los problemas económicos, y muy despacito fue llegando la caída en lo deportivo", relata Bertoni, quien fue el mejor ladero del Bocha en los tiempos gloriosos. "El club de los gallegos que pagaban poco pero con puntualidad no estaba preparado para manejarse en un mercado internacional, no se actualizó y fue sufriendo las consecuencias", sostiene el citado ex dirigente, que prefiere el anonimato "por respeto al esfuerzo que realizaron todas las conducciones de estos años".
Las decisiones equivocadas, la falta de transparencia en el manejo de los fondos, los continuos cambios de entrenadores y futbolistas -"Debe ser uno de los clubes que más cambió en los últimos diez años", dice Trossero- condujeron a Independiente al que pareció su punto final: el descenso a la B Nacional en 2013. Sin embargo, y más allá del regreso inmediato a Primera y de algunas campañas aceptables, ni el resultado ni el juego del equipo lograron acercarse al listón que marca la historia de la entidad. Y el hincha perdió la paciencia.
"Somos el único grande que no ganó nada en los últimos años. Tenemos que salir campeones como sea", es la frase más escuchada en los pasillos del Libertadores de América en los últimos tiempos, sin contemplar que de esa manera cargan con una mochila insoportable a futbolistas que pueden ser prometedores y técnicos con ideas interesantes que al final se muestran incapaces de soportar tanto peso. "El hincha no tiene la culpa por estar enojado, porque llevan años sin darle un equipo competitivo y le han mentido demasiadas veces", analiza Bertoni.
Pero además de ganar, el simpatizante Rojo quiere defender un estilo de juego que supone histórico, y cierra las puertas a reconstruir el equipo con otros métodos. "Hoy todos quieren jugar como el Barcelona pero sin Iniesta ni Messi", se queja Pavoni: "Me pregunto por qué hay que soltar a los laterales si no están capacitados para ir al ataque, por qué no podemos esperar atrás como los demás le juegan a Independiente".
Trossero sostiene la misma opinión: "Los muchachos que ahora van a la cancha no vivieron la etapa de los éxitos y se equivocan en algunas cosas", señala el rubio marcador central, líder espiritual del equipo del 83-84, último que levantó la Copa Libertadores en el club: "Bochini había uno solo, el resto apretábamos los dientes y metíamos la pierna". El Chivo, aquel aguerrido uruguayo que marcó una época marcando la punta izquierda de la defensa, va incluso más lejos: "El paladar negro es un cuento", sentencia, "y es mentira que jugando bien a la larga ganás. Es al revés: ganando a la larga jugás bien. ¿Sabés cuántos partidos ganamos en mi época jugando horrible?".
La recuperación de una mística que Bertoni considera "arruinada" es el gran desafío actual de Independiente. El autor del tercer gol de la Argentina en la final del 78 ante Holanda cree que la misma "llevará mucho, mucho tiempo, porque no hay paciencia para esperar a nadie y no existe un proyecto a largo plazo. Cuando descendimos perdimos la oportunidad de ?refundar' el club, como de alguna manera hizo River. Pero habrá que intentarlo, y la única manera es trabajando todos juntos y buscando las personas adecuadas para cada función. En cada puesto debe elegirse gente capaz, no amigos".
En ese sentido, para Trossero sería interesante "rescatar la figura de un director deportivo que controle todo el área de fútbol. El club tiene ex jugadores y entrenadores con experiencia para ocupar ese lugar". Y el Chivo apunta que debería recuperarse incluso los viejos gestos de antaño: "Aquel saludo en mitad de la cancha, todos bien formados, demostraba personalidad e imponía respeto. Aunque parezca una tontería es un detalle que influye a la hora de salir a jugar".
Todo vale para tratar de volver a ser, para intentar sacar a la orgullosa familia Roja de la decadente ciénaga en la que lleva sumergida más de dos décadas

Diario La Nación

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