Así y todo, hubo una mejoría. Independiente fue más dinámico, más vertical. Las transiciones de una línea a la otra no se demoraron y permitieron llegadas claras, generando una numerosa cantidad de situaciones como en pocos partidos hemos visto en este ciclo. Esto tiene que ver con que el Canalla no salió a replegarse en su campo, como sí lo hicieron Gimnasia y Temperley, y al Rojo le sienta mejor jugar en estas condiciones; y también con el ingreso casi de titular de Barco, quien con cada aparición entusiasma un poco más. Los procesos de los futbolistas jóvenes se tienen que respetar, aunque debe ser una tentación muy grande para Milito librarlo al campo.
En cuanto a la otra cara de la moneda, se sigue viendo a un conjunto ineficaz -si bien ayer Sosa sacó todo y más- que comienza a padecer las consecuencias de la escasez de confianza. Para encontrar el último gol propio, hay que remontarse a la quinta fecha, donde se le ganó con un modesto 1-0 a Sarmiento (el de Temperley fue en contra). La cabeza también juega su rol y esto se ve explícitamente, por ejemplo, en la jugada que Vera queda mano a mano y ni siquiera patea; en esa ocasión, un delantero que está en racha te la manda a cobrar. Es menester que recobre la moral cuanto antes, porque tiene condiciones y saltos de calidad cuando demuestra estar bien. Quien escribe, lo banca.
No es propio hablar de que Independiente ya está afuera de la pelea del campeonato, porque aún faltan mil años para que concluya. Pero lo que sí es cierto es que la sequía empieza a dejar sus secuelas y al ritmo del empate no se llega a ningún lado. Ahora se viene una seguidilla crucial, de esas que te marcan el destino de un equipo, y es una chance especial para redimirse y demostrar que aún no se ha exhibido todo el arsenal. A esta altura y después de tanto malestar, la ilusión es una velita encendida en un descampado. Pero cómo apagarla...
Por @rfailache
T y C
No hay comentarios:
Publicar un comentario