Después de
Rusia 2018, Lionel Scaloni provocó la reclamada renovación de la Selección y
eligió como un protagonista fundamental del cambio a un volante central con un
perfil estratégico y un liderazgo conceptual e ideológico que lo distingue.
Martes 26 de febrero de 2019. En una señal deportiva de la
televisión por cable le preguntaron a Fernando Redondo quien debía ser el
volante central de la Selección nacional. Redondo, sin dudas, el mejor cinco
del fútbol argentino de todos los tiempos, expresó: “Paredes es el que reúne
las condiciones y el que tiene que jugar exclusivamente en ese puesto. Puede
ser el jugador que le aporte equilibrio defensivo y gestación de juego, que por
otra parte es fundamental. Con Messi por delante, lo podemos encontrar en situaciones
de ventaja. Paredes tiene la técnica y la capacidad para hacer todo eso”.
Redondo
interpretó lo que el entrenador de la Selección, Lionel Scaloni, ya había
interpretado antes. Leandro Paredes, luego del colapso de Argentina en Rusia
2018, se quedó con el puesto, reemplazando a un histórico de la dimensión de
Javier Mascherano. Hoy, a casi un año y medio de aquellas palabras del ex
volante de Argentinos Juniors, Real Madrid y el Milan, Paredes es una de las
figuras del París Saint Germain uno de los finalistas de la Champions League.
Con pasado en
Boca, Chievo Verona, Roma, Empolii, Zenit y desde enero de 2019 en el PSG,
Paredes es además el cinco titular de Argentina, convirtiéndose en una
presencia muy influyente en la estructura y en el buen funcionamiento que venía
denunciando la Selección, hasta que la pandemia provocó la suspensión de la
Copa América y la postergación de las Eliminatorias para Qatar 2022 que
arrancarán en la primera quincena de octubre.
Sin caer en
simplificaciones, podría afirmarse que Paredes asume conductas y
responsabilidades propias de un líder que todavía se está desarrollando. Un
líder positivo. Esto es lo que transmite. Lo que revela en el campo. Se
advierte con absoluta claridad que no es un jugador de paso en la Selección.
Que llegó para dejar una huella. Y aunque en la etapa anterior del vapuleado
Jorge Sampaoli tuvo algunas experiencias con la camiseta argentina (actuó el 23
de marzo de 2018 en el 2-0 ante Italia previo al Mundial y en el 6-0 a Singapur
del 13 de junio, cuando anotó un gol), fue con Scaloni cuando encontró un
espacio y un rol que él supo aprovechar con una autoridad futbolística muy
valiosa y elogiable.
Tan valiosa y elogiable que en la actualidad quedaron
suspendidas en el olvido las voces que se elevaban en el ambiente cuestionando
su presencia como volante central por no ser un clásico intérprete de la
interrupción, el quite y la marca. Es cierto, Paredes no juega ni jugará como
lo hacía Mascherano. No es un volante de corte. Es un volante de juego y circulación
que además incorporó el corte, el quite y sobre todo el anticipo en campo
propio y en campo rival, con buenas perspectivas en ataque.
En
Boca, parecía ser una especie de enganche algo indolente que admiraba la
calidad de gran tiempista y organizador ofensivo que manifestaba Juan Román
Riquelme. En su tránsito por Italia, en 2015 el técnico del Empoli, Marco
Giampolo, le planteó jugar más retrasado para disponer de mayores posibilidades
en el equipo y para ver con más amplitud la geografía total de la cancha.
Aceptó la sugerencia. “No me quedaba otra, yo quería jugar”, dijo por aquellos
días. Y comenzó a revelarse esta versión actual que Scaloni desde su mirada y
decisión de ratificarlo como el cinco de Argentina, logró potenciar.
Paredes se
consolidó en esa función. Desactivó de manera progresiva las críticas (muchas
de ellas prejuiciosas, ligeras y facilistas) que llovían sobre sus espaldas al
no ser un especialista del relevo defensivo y la recuperación de la pelota y
fue ganando algo más que una disputa de contenido táctico.
Porque es un
protagonista estratégico, Paredes. Que también descubre por sus condiciones y
por la posición que ocupa, a qué quiere jugar la Selección. La presencia y las
características de Paredes le dan, en definitiva, un significante al fútbol que
pretende construir Argentina. El, como un cinco único, acompañado por dos
interiores más abiertos o más cerrados, es el termómetro que regula la
temperatura futbolística del equipo, por encima del sistema original que baje
el técnico.
Ya no lo
persigue ese cierto aire de indolencia que hace unos años le bajaba el precio.
Es muy participativo a la hora de defender los espacios, salir en auxilio de un
compañero comprometido con la presión adversaria y promover luego de ganada la
pelota, la progresión ofensiva a la que también le incorpora la precisión de
una pegada estupenda que aún no explotó en relación a sus auténticas
capacidades.
¿Esto quiere decir que Paredes encarna a la perfección el
espíritu y el juego colectivo que tenía ese crack que fue Fernando Redondo o
más atrás en el tiempo lo que expresó Clodoaldo para aquel Santos de Pelé o
aquel Brasil maravilloso de México 70 que integró a los 20 años? Lo que quiere
decir es que Paredes cuenta con varias particularidades que lo distinguen. Como
lo distinguían a Redondo y a Clodoaldo en la función de cinco con iniciativas
que trascendían con holgura la tarea de la recuperación. Un cinco que por
momentos juega como un diez.
Es
verdad que en algunas oportunidades puede demorar los tiempos de la entrega por
confiar demasiado en su manejo. Y es un tema a corregir. Pero en las sumas y
restas de las que nadie está al margen, su aporte al PSG y a la Selección es
muy importante. Porque ofrece destacados recursos técnicos y capacidad estratégica
para conducir y elaborar.
Por eso esta
aparición formidable de Paredes en el campamento argentino no es un dato de la
realidad de bajo alcance. Por el contrario: es una pieza vital en esta
Selección que Scaloni nunca dejó afuera en ningún partido oficial o amistoso.
Como si Paredes se transformara en pocos meses en un jugador fundamental del
plantel. Y lo es. Su evolución lo confirma.
FUENTE: DIARIO POPULAR
FUENTE: DIARIO POPULAR
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